El escritor español, Gregorio Marañón en su libro Tiberio: Historia de un resentimiento se encargó de estudiar el resentimiento como rasgo de la personalidad, tal estudió podría haberlo hecho con Fidel Castro pero las diferencias históricas no lo permitieron.
Fidel Castro, fue un líder con gran carisma y con habilidades retóricas, lo cual se ve plasmado en sus discursos políticos a lo largo de su mandato como presidente de Cuba, estos tenían como común denominador el resentimiento y el odio.
La Enmienda Platt, impuesta en la Constitución cubana de 1901 por Estados Unidos fue uno de los motivos que desembocaron en el resentimiento de Castro contra la gran potencia.
El discurso castrista estuvo plagado de elementos propios del resentimiento: venganza, odio, crueldad, envidia y violencia por ocultar con palabras el ataque sistemático contra la burquesía, tildando a la misma como opresora para incentivar y mover las pasiones de quienes se sientan excluidos con el propósito de destruir la sociedad arrebatando su libertad.
El modelo discursivo se repite en la historia de Cuba en su actual presidente, Miguel Díaz-Canel, quien calificó a los cubanos que protestaron masivamente el pasado 11 de julio como seres despreciables que deben ser combatidos por la violencia hasta ser sometidos.
Cuba ha estado sometida a lo largo de su historia al control militar y la ayuda económica externa sin dejar de lado la mano dadivosa de la revolución bolivariana, factores que han colaborado para mantener al régimen dictatorial. A pesar de los consignas marxistas, los gritos de soberanía y la propaganda para justificar la represión y el control de la sociedad, la revolución no ha podido sostenerse a sí misma, ha fracasado.
Las consecuencias de la Revolución cubana han sido lacerantes, pero los cubanos a través de la protesta han demostrado que el pueblo perdió el miedo y que el regreso de la invocada libertad es cuestión de tiempo.
Por Ramón Escovar León.